El vuelo del águila

¡No puedo más. ¿Cuánto tiempo llevo aquí? Me debí caer. No me acuerdo, estoy confuso…No tengo apenas esperanza de ser rescatado. Abajo, el abismo es una gran boca oscura que se relame adelantando la caída del torpe montañero exhausto. Arriba, la pared rocosa inexpugnable. Yo, colgando como un pequeño títere de trapo viejo olvidado, agarrado inútilmente a mi esfuerzo por sobrevivir… Estoy exhausto. Necesito descansar. Me ato las manos con algunos jirones vegetales que cuelgan secos y dejo caer los párpados… Estoy volando. Soy un águila, belleza hecha fuerza emplumada, vuelo confiando en los abismos…ESTOY VIVA y celebro la vida de forma majestuosa…  Abro los párpados, mis manos están doloridas, estoy colgando en el vacío. No tengo fuerzas… Ahora es el final…Abismo, oscuridad…No puedo más. ¿Cuánto tiempo llevo aquí? Me debí caer. No me acuerdo, estoy confuso… Soñé que era águila y ahora el desgarro es aún mayor. Estoy a punto de caer -¿ya caí? – Por un instante mi ojos se cierran… disfruto del roce con la inmensidad. El viento me susurra secretos que impulsan mis alas hacia nuevos misterios…¡que gozo! De nuevo mi turbia mirada se enfrenta al abismo que anuncia el final… y de forma súbita,  como un relámpago, se abre mi mente “¿cuántas veces he vivido la misma agonía?” Miro hacia el abismo oscuro y comprendo que rehusar es repetir, y también que no puedo enfrentarlo como el águila soñada, sino con la dignidad y coraje de un ser humano exhausto, asustado de su infinito suelo sin aristas ni formas. Escucho un grito visceral: ¡¡¡SALTA!!

Disfruto el roce con la inmensidad. El viento me susurra secretos que impulsan mis alas hacia nuevos misterios. Soy un águila que por un instante se soñó montañero atrapado “infinitas veces”. Soy un águila, belleza hecha fuerza emplumada y confío en los abismos que soy desde siempre.